Después del temblor
El día 19 de septiembre de 2017 el Servicio Sismológico Nacional reportó un sismo con magnitud 7.1 localizado en el límite estatal entre los estados Puebla y Morelos, a 12 km al sureste de Axochiapan (Morelos) y a 120 km de la Ciudad de México. Esta es la crónica de cómo viví ese momento y lo que siguió los días después…
El temblor – No hay nada que te prepare para la fuerza de la naturaleza
Ese martes me levanté temprano, sabía que a las once de la mañana iba a sonar la alerta sísmica como simulacro en conmemoración a los 32 años del terremoto del 85. El gato no pidió que le abriera la ventana para salir a pasear por el barrio como todas las mañanas, me pareció extraño. Cuando sonó la alarma del simulacro estaba sola, pero fui capaz de meter a los dos gatos dentro de la jaula, ponerle la correa a la perrita y salir en 35 segundos de la casa. Me sentía satisfecha, sabía que incluso sola podría con todo en un momento así. O eso era lo que creía…
A la una de la tarde estábamos tomando mate con Camilo en el comedor mientras trabajábamos con nuestras respectivas computadoras. Catorce minutos después sentimos que la mesa se movió levemente, cosa que solía suceder cuando pasaba un trailer pesado por la cuadra. Milésimas de segundos después se movió de nuevo. Nos miramos. “Está temblando”, dijimos al unísono. Nos levantamos de las sillas pero ya era tarde, el terremoto más fuerte de los últimos 30 años había comenzado. Intentamos agarrar los gatos, pero asustados huyeron sin dirección.
Para cuando nos levantamos de la silla el movimiento era muy fuerte, todo crujía. Las paredes se movían como si fueran de cartón. Intentamos agarrar a los gatos pero ambos salieron corriendo asustados, y uno se escapó por la ventana. Rápido la perrita nos siguió. Esos segundos hasta llegar a la reja del edificio se hicieron eternos. Nos costaba caminar. Todo crujía, explotaban vidrios, el edificio parecía que se iba a caer. Solo pensaba en que tenía que salir de la casa a como dé lugar.
Cuando por fin logramos salir del edificio, el piso parecía que se iba a levantar y quebrar en mil pedazos.
Un terremoto dura tan solo unos segundos, pero cada segundo se vuelve eterno. Lo que les voy a narrar a continuación pasa en algo de dos minutos, pero aún se reproduce en mi cabeza como una película en cámara lenta.
Todo se movía demasiado, era como intentar caminar encima de un zamba. Los libros se caían, en la cocina los vasos se estrellaban contra el piso. El techo crujía, todo crujía. Es un sonido que no olvidaré jamás.
Seguimos batallando para llegar a la puerta de salida. Acertar la llave en la cerradura en un momento así es lo más difícil y desesperante que me tocó vivir. Como yo no podía Camilo se ocupó de la llave. Creí que no íbamos a lograrlo, que no lograríamos salir del edificio a pesar de estar en planta baja.
Se me taparon los oídos. A partir de este momento todo lo que sucedió después vino acompañado de un eterno piiiiiiii. La alarma sísmica comenzó a sonar, pero ya era tarde.
A partir de aquí recuerdo solo fragmentos.
Cables que caían, alarmas de autos sonando, vidrios tronando, niños corriendo y llorando desconsolados.
Tengo el recuerdo de ver a un grupo de mujeres, que trabajaban en la fábrica de ropa del edificio de enfrente, en el medio de la calle llorando agachadas y agarradas de la mano. Una mujer estaba sola, paralizada. No paraba de llorar. No lo pude evitar, la abracé sin pensarlo y con la voz entrecortada le dije: “todo va a estar bien, tranquila”. Ella solo repetía: “es como el del 85, otra vez no por favor diosito”. Yo seguía repitiendo lo mismo, pero la realidad es que no sabía si todo iba a estar bien.
Camilo seguía con la mente en la gata que sabíamos estaba dentro de la casa. Se me venían a la mente mis amigos de Chiapas y Oaxaca, que acababan de vivir un terremoto de 8.2. ¿Y si el epicentro había sido en esa zona? Y si se había sentido así a miles de kilómetros, ¿cómo lo habrán sentido ellos?
La tierra paró de temblar, todos nos quedamos inmóviles en el medio de la calle como un perro callejero que tiene miedo de una nueva patada. Un silencio abrumador invadió ese instante.
Después del temblor
Durante horas quedamos sin señal de teléfono, sin electricidad y sin gas. Temerosos de entrar al edificio nos quedamos con los vecinos en el jardín del condominio. No éramos los únicos que estaban en shock. Estaba muy preocupada por no poder comunicarme con mi familia en Argentina y avisarles que estaba bien, pero pudimos llamar al papá de Camilo y él dió aviso a nuestros familiares cercanos.
Las calles estaban atascadas de autos, los semáforos no funcionaban. Pasaban helicópteros, ambulancias y bomberos con intervalos de diez minutos. Personas mayores sufrieron descompensación y con mis escasos conocimientos de primero auxilios traté de contenerlos.
A eso de las ocho de la noche regresó la luz. Por diferentes redes amigos y familiares nos preguntaban si estábamos bien. Cuando empezamos a ver las imágenes y dimensionar lo que había sucedido estalle en llanto. Habíamos tenido suerte. Todas las preocupaciones insensatas por las que me había estado preocupando los últimos días parecían irrisorias.
Esa noche apenas pude dormir 4 horas. El gato que se había escapado por la ventana y que apareció 6 horas más tarde. Seguía asustado. Seguíamos en estado de alerta con miedo a una réplica.
A la mañana siguiente llegaron los de protección civil a evaluar si el estado del edificio. Por suerte no presentaba daños estructurales, sólo había que derribar una celosía de la terraza.
Sabiendo que ya no corrían ningún peligro las mascotas dentro de la casa, decidimos hacer uso de las bicicletas para llevar víveres a diferentes centros de acopio de la ciudad.
México unido
Un mes después de aquel día fatídico, me cuesta hablar de la clase magistral de unión del pueblo mexicano sin que me invadan las lágrimas. Nunca vi nada igual. Civiles de todas las clases sociales trabajando codo a codo, día y noche para ayudar a rescatar personas y animales de entre los escombros. Ofreciendo su casa, o preparando comida para los rescatistas. Cientos de ciclistas pedaleando por toda la ciudad, llevando alimentos y medicamentos de un extremo a otro. Informando por las redes sociales donde se necesitaba ayuda.
No tome imágenes de aquello porque no estábamos allí como espectadores, sino tratando de sumar ayuda. Hace unos años decidí hacer base en México y compartir a través de este blog la belleza natural que tiene, el encanto y hospitalidad de su gente. Por eso es que me emociona tanto la fuerza y el coraje que tiene su gente.
Un mes después, las personas que perdieron familiares y amigos y todos sus bienes materiales aún necesitan de nuestra ayuda.
México está de pie
El turismo es un eje muy importante en la economía de este país, y si estás pensando en visitar México, por favor, ¡No lo dudes! Recibimos muchas preguntas si era seguro viajar a México después del temblor. Yo no les puedo asegurar que no va a volver a temblar. Pero terremotos de esta magnitud no suceden todos los años. También sepan que no tiembla en todo el país. Por eso ven, no te pierdas de conocer este país con gente de corazón oro porque México está de pie.
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Felipe Cabrera
Emocionante relato, gracias por compartirlo
Plan B Viajero
Por nada! Gracias a ti por leerlo 🙂 Abrazo!
Irene
La verdad es que es emocionante cómo el pueblo se unió incluso para llevar ayuda al siempre olvidado Istmo. Allí me rompió el alma ver calle tras calle a familias durmiendo fuera y todas las casas marcadas para demoler. Me preocupa ver quién se va a encargar de reconstruir esa zona… Crucemos los dedos para que las cosas se hagan bien esta vez.
#fuerzamexico
Pingback: ¿Es peligroso viajar a México? - Plan B Viajero
Daniel
¡Guau! Dos años después y se siente aún esa mezcla de emoción y tristeza por lo ocurrido. Emoción, por la unión que demostró el pueblo mexicano, y una gran tristeza por la pérdida de cientos de vidas que hubo y por los daños ocurridos en muchas viviendas, sobre todo de familias desamparadas. Este relato me ha llegado hasta lo más profundo del corazón. Muchas gracias.
Melina
Tal cual tu relato, muy emocionante, me tocó está en ese día y durante ese tiempo en CDMX, soy de Córdoba Argentina y estaba viviendo allí en ese momento. Lo viví desde la Colonia del Valle trabajando como arquitecta en una obra en construcción y aquello de los sonidos me quedó grabado para siempre, el choque de concreto contra concreto de los edificios y los crujitos de todo, luego el silencio seguido por los gritos y llantos de todos. Nunca pensé vivir algo así y la emoción que me genera siempre pensar en esos días…
Plan B Viajero
Qué fuerte! Sí, ese sonido no se olvida. Gracias por pasarte y leernos 🙂