Entre veredas angostas y calles adoquinadas (excepto en el centro de la ciudad) a 3600 metros de altura se alza la capital boliviana. Una ciudad realmente hermosa, con una mística y pluriculturalidad excepcional, las calles son en constantes subidas y bajadas y se puede ver de fondo la montaña nevada. La vista nocturna es lo que más me enamoró, desde la terraza de “El Carretero” se puede vislumbrar el sinfín de casitas iluminadas que la rodean montaña arriba y que te hacen percatar la cantidad de personas que allí viven.

Llegamos a La Paz después de haber estado en el Salar de Uyuni y de tener otra caótica experiencia en autobús, tolerando durante todo el viaje el humo del caño de escape y los asientos incómodos y poco espaciosos. De la Terminal de Ómnibus nos fuimos a lo que sabíamos, era el Hostel más económico y lleno de argentinxs, El Carretero. Mientras esperábamos a que se desocupe una habitación (10 am) pudimos disfrutar de unos calentitos mates y disfrutar de unos “queques” (panecillos) de banana. Me causó gracias que a las demás personas que allí estaban les llamara la atención que desde Uyuni fuéramos a La Paz, como si hubiera una “ruta preestablecida” a seguir y nosotrxs no la estuviéramos respetando. La verdad es que siempre nos manejamos por recomendación de lxs viajerxs y de lxs locales para decidir el próximo destino, teniendo en cuenta las oportunidades que nos brindaba cada lugar para conocer e interiorizarnos con la cultura local. Mucha gente nos dijo: “si no fueron a Tupiza no se perdieron nada, está promocionado solo para enganchar turistas”. No seguíamos a la masa, sino a nuestro propio instinto.

La cultura boliviana es muy distinta a la argentina, más allá de que, considero que las personas son únicas e irrepetibles y no se ajustan solo a su origen. Pero creo que (aunque no queramos) el medio que nos rodea, en parte, nos condiciona. Por lo que esta diferencia hacia más complicado entablar vínculos, puesto que a sus ojos éramos solo otro “grupo de turistas”, generalmente la persona que te vendía algo en la calle solo se comunicaba para decirte el precio, también sucedía que si pedías ayuda para llegar a una dirección no te miraban a los ojos y hablaban muy bajito (casi imperceptible) Es una cultura mucho mas reservada y no se permiten abrirse mucho con lxs extrañxs. Pero cuando unx logra correrse de ese lugar de extraño, la otra persona logra abrirse y darse a conocer (aunque sea  un poco) Así es como nos sucedió en El Carretero; un lugar, por ejemplo, que debido a la altura el agua para el mate tarda 20 minutos, pero eso no importa porque es la excusa perfecta para conocer gente. Y todxs lxs que allí habitan están abiertxs a las charlas, compartir un pan o un mate y armar una guitarreada.

La Paz fue la primera ciudad, que oficialmente, empezamos a ganar dinero haciendo malabares en los semáforos. Realmente antes de salir de viaje no teníamos remota idea al respecto, solo las anécdotas de amigxs que habían solventado parte de los gastos de viajar tocando algún instrumento en la calle o trabajando en semáforos. Los objetos los realizamos nosotrxs mismxs antes de emprender la aventura y la rutina la armamos en base a tutoriales de youtube. Y nos fue muy bien! con dos horas de malabarear, recaudábamos suficiente como para costearnos los gastos del día y hasta para pagar la habitación. Observamos que el pueblo boliviano era muy generoso, más que nada la clase trabajadora, que siempre nos brindaba su atención y nos compensaba con una moneda. No puedo decir lo mismo de las personas más adineradas que, no sólo nos ignoraban sino que, subían el vidrio de sus autos por temor a que les robáramos. También aprovechamos para visitar la ciudad de El Alto, que sirve de establecimiento para inmigrantes provenientes del resto del país, famosa por su feria donde se puede encontrar desde comida, ropa, instrumentos musicales hasta todo tipo de chatarra.

En esos días trabajando y aprendiendo en la capital boliviana, aprovechamos para visitar Tiwanaku, un antiguo sitio arqueológico a 15 km del Lago Titicaca y a 3844 m.s.n.m (La entrada al sitio nos salió 80 Bolivianos) Este lugar fue el centro de la civilización tiwanakota, una cultura que se remonta hasta 2500 años a.c. Su conocimiento en arquitectura, hidráulica y agricultura (en terrazas) ha sido una base para otras civilizaciones (actualmente más de moda) como la incaica. Les recomiendo que la visiten, ya que realmente vale la pena. Allí verán la tan famosa Puerta del Sol y el Templete semi-subterráneo (con las características cabezas enclavadas) y el Templo Kalasasaya (famoso porque durante el solsticio de invierno los rayos penetran por la puerta del templo e iluminan al Monolito de “Ponce”) Testimonio vivo de su cultura son su cerámica, sus coloridos e ilustrativos tejidos y su lengua, el aymará.

Nosotrxs no fuimos con un tour, puesto que no teníamos ganas de escuchar mitos inventados para que nos creen un “halo de misterio” alrededor de la ciudad, queríamos descubrirla por nosotrxs mismxs. Nos tomamos una combi que salía del cementerio de La Paz (a la mañana bien temprano) y que nos llevaba directo hasta el sitio arqueológico.

Como visitamos Bolivia en temporada de lluvia, no nos tocó el clima ideal para recorrerla, pero eso no nos detuvo y preferimos embarrarnos a perdernos de conocer tan maravilloso lugar.

Después de recorrer la ciudad tiwanakota observamos (para nuestra gracia) que turistas con los que habíamos compartido el viaje hasta allí, sólo habían visitado el museo de sitio porque no querían ensuciar su calzado.

De vuelta a El Carretero nos encontramos con un grupo de amigxs y decidimos agrandar el grupo y seguir todxs juntxs rumbo a Copacabana y La Isla del Sol. La Paz quedó en el inconsciente de todxs como una mística ciudad a la que le debíamos otra visita.

 

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